Dios como Inteligencia y Fundamento Último

Los argumentos tradicionales de la existencia de Dios, aunque no cumplan con su cometido de probar Su existencia, al menos nos ayudan a formarnos un concepto sobre Él.

Tal es el caso del argumento teleológico o de diseño, y del argumento cosmológico, que al complementarse entre sí nos dan una idea de lo que debemos entender por Dios.

El argumento teleológico se puede entender como una analogía entre las cosas que crea el ser humano y las cosas que existen en la naturaleza. La facultad que le permite al ser humano ser creativo es la inteligencia. El argumento teleológico nos dice que debe haber algo análogo a la inteligencia humana que haya creado las cosas que existen en la naturaleza.

El argumento cosmológico se basa en la idea de que todo tiene una causa, razón de ser o explicación, aunque no la conozcamos. En base a este principio, se llega a la conclusión de que todo lo que existe tiene una explicación última, la cual es el fundamento de la realidad.

Si identificamos esta explicación última del argumento cosmológico con la inteligencia creadora del argumento teleológico, llegamos a la conclusión de que el fundamento último de la realidad es al menos racional. Esto es Dios: el principio unificador de la realidad.

Pero existe el peligro de hacer una analogía muy simplista. Si debe de haber algo análogo a la inteligencia del ser humano que haya creado todo lo que existe, no podemos concluir que Dios es muy parecido al ser humano. Al contrario, por ser Dios el fundamento último de la realidad, debe de haber un abismo entre el Ser de Dios, que es fuente de toda existencia, y el ser humano. Este es un abismo que no podemos sondear.

Por eso Paul Tillich tenía razón al afirmar que no podemos ni siquiera decir que Dios es persona, pero al ser el fundamento de toda existencia personal no puede ser menos que persona. Dios no puede ser menos que racional.

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